Etica
Blog destinado a analizar las escuelas éticas desde el plano de la filosofía.
sábado, 27 de marzo de 2021
Etica Aristotelica.
Aristóteles expone sus reflexiones éticas en la "Ética a Nicómaco",
fundamentalmente. Sus otras dos obras sobre el tema son la "Ética a Eudemo", que
recoge elementos de la reflexión aristotélica de su período de juventud y, por
lo tanto, anteriores a la teoría de la sustancia, por lo que contienen algunos
vestigios de platonismo; y la "Gran Moral", en la que se resumen las ideas
fundamentales de la "Ética a Nicómaco", por lo que lo que coincide con el
Aristóteles de la madurez; ninguna de ellas aporta, pues, algo distinto a lo
expuesto en la "Ética a Nicómaco" (en la "Ética a Eudemo", por ejemplo, se
repiten textualmente cuatro de los libros de la "nicomáquea"). La ética de
Platón, al igual que la socrática, identificaba el bien con el conocimiento,
caracterizándose por un marcado intelectualismo. Por naturaleza el hombre tiende
a buscar el bien, por lo que bastaría conocerlo para obrar correctamente; el
problema es que el hombre desconoce el bien, y toma por bueno lo que le parece
bueno y no lo que realmente es bueno. De ahí que Platón en la República, en la
explicación del mito de la caverna, insista en que la Idea del Bien debe
necesariamente conocerla quien quiera proceder sabiamente tanto en su vida
privada como en su vida pública, una Idea de Bien que es única y la misma para
todos los hombres. Para Aristóteles, sin embargo, en consonancia con su rechazo
de la subsistencia de las formas, no es posible afirmar la existencia del "bien
en sí", de un único tipo de bien: del mismo modo que el ser se dice de muchas
maneras, habrá también muchos tipos de bienes. La Ética a Nicómaco comienza
afirmando que toda acción humana se realiza en vistas a un fin, y el fin de la
acción es el bien que se busca. El fin, por lo tanto, se identifica con el bien.
Pero muchas de esas acciones emprendidas por el hombre son un "instrumento" para
conseguir, a su vez, otro fin, otro bien. Por ejemplo, nos alimentamos
adecuadamente para gozar de salud, por lo que la correcta alimentación, que es
un fin, es también un instrumento para conseguir otro fin: la salud. ¿Hay algún
fin último? Es decir, ¿Hay algún bien que se persiga por sí mismo, y no como
instrumento para alcanzar otra bien? Aristóteles nos dice que la felicidad es el
bien último al que aspiran todos los hombres por naturaleza. La naturaleza nos
impele a buscar la felicidad, una felicidad que Aristóteles identifica con la
buena vida, con una vida buena. Pero no todos los hombres tienen la misma
concepción de lo que es una vida buena, de la felicidad: para unos la felicidad
consiste en el placer, para otros en las riquezas, para otros en los honores,
etc. ¿Es posible encontrar algún hilo conductor que permita decidir en qué
consiste la felicidad, más allá de los prejuicios de cada cual? No se trata de
buscar una definición de felicidad al modo en que Platón busca la Idea de Bien,
toda vez que el intelectualismo platónico ha sido ya rechazado. La ética no es,
ni puede ser, una ciencia, que dependa del conocimiento de la definición
universal del Bien, sino una reflexión práctica encaminada a la acción, por lo
que ha de ser en la actividad humana en donde encontremos los elementos que nos
permitan responder a esta pregunta. Cada sustancia tiene una función propia que
viene determinada por su naturaleza; actuar en contra de esa función equivale a
actuar en contra de la propia naturaleza; una cama ha de servir para dormir, por
ejemplo, y un cuchillo para cortar: si no cumplen su función diremos que son una
"mala" cama o un "mal" cuchillo. Si la cumplen, diremos que tienen la "virtud"
(areté) que le es propia: permitir el descanso o cortar, respectivamente; y por
lo tanto diremos que son una "buena" cama y un "buen" cuchillo. La virtud, pues,
se identifica con cierta capacidad o excelencia propia de una sustancia, o de
una actividad (de una profesión, por ejemplo). Del mismo modo el hombre ha de
tener una función propia: si actúa conforme a esa función será un "buen" hombre;
en caso contrario será un "mal" hombre. La felicidad consistirá por lo tanto en
actuar en conformidad con la función propia del hombre. Y en la medida en que
esa función se realice, podrá el hombre alcanzar la felicidad. Si sus actos le
conducen a realizar esa función, serán virtuosos; en el caso contrario serán
vicios que le alejarán de su propia naturaleza, de lo que en ella hay de
característico o excelente y, con ello, de la felicidad. Si queremos resolver el
problema de la felicidad, el problema de la moralidad, hemos de volvernos hacia
la naturaleza del hombre, y no hacia la definición de un hipotético "bien en
sí". Ahora bien, el hombre es una sustancia compuesta de alma y cuerpo, por lo
que junto a las tendencias apetitivas propias de su naturaleza animal
encontraremos tendencias intelectivas propias de su naturaleza racional. Habrá,
pues, dos formas propias de comportamiento y, por lo tanto, dos tipos de
virtudes: las virtudes éticas (propias de la parte apetitiva y volitiva de la
naturaleza humana) y las virtudes dianoéticas (propias de la diánoia, del
pensamiento, de las funciones intelectivas del alma).
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